
Por Luis Ramón López

MOCA, Espaillat.-Los apagones, viejos fantasmas de la vida dominicana, han vuelto a convertirse en protagonistas en los últimos meses con largas tandas de cortes eléctricos que afectan tanto a hogares como a empresas, generando un clima de molestia generalizada que repercute no solo en la economía nacional, sino también en la valoración popular del presidente Luis Abinader y de su gobierno.
Las interrupciones constantes en el servicio eléctrico tienen un costo económico inmediato: negocios que deben paralizarse, pequeños comercios que pierden mercancías por la falta de refrigeración y empresas que asumen altos gastos en plantas eléctricas y combustible para mantener sus operaciones.
Igualmente, el impacto se refleja en la pérdida de productividad, encarecimiento de bienes y servicios, y un golpe adicional al bolsillo del consumidor, ya afectado por la inflación y el aumento de la canasta básica.
A la inestabilidad del servicio eléctrico, se suma el malestar por las altas facturas. Usuarios en todo el país denuncian lo que califican como “tarifas abusivas”, alegando que pagan más por un servicio que reciben menos.
Organizaciones populares, comunitarias y sociales han comenzado a levantar la voz, en diferentes poblaciones con protestas, reclamando planificación y políticas más efectivas del sector eléctrico. Para ellas, el problema no es coyuntural, sino estructural, y responde a la falta de previsión y a la mala gestión de las autoridades.
EL DESGASTE POLÍTICO DEL GOBIERNO
La insatisfacción ciudadana por los apagones y el costo de la energía eléctrica se ha convertido en un factor de deterioro político. Según líderes populares, la situación afecta directamente la imagen del presidente Abinader, quien enfrenta crecientes críticas de la población por no cumplir con la promesa de garantizar un servicio energético estable y sostenible.
El descontento se percibe en barrios y comunidades, donde cada apagón se traduce en protestas, cacerolazos y manifestaciones, como reflejo de un pueblo que siente que “ya no aguanta más”.
En un país donde la electricidad es motor de la vida económica y social, la combinación de apagones y tarifas elevadas se ha convertido en una bomba de tiempo que impacta la confianza en el Gobierno.
Mientras los apagones persistan y las facturas se mantengan altas, el desgaste político seguirá creciendo, y con él, la percepción de que la actual gestión no ha logrado planificar ni responder a una de las demandas más sentidas del pueblo dominicano.