
Por Luis Ramón López
OPINIÓN.-La vulgaridad parece haberse instalado en diversos ámbitos de la vida pública y privada. Desde las redes sociales hasta los medios de comunicación tradicionales, el lenguaje soez, las actitudes groseras y los comportamientos ofensivos han ganado terreno, generando un debate sobre los límites de la libertad de expresión y el papel del Derecho en la regulación de estas conductas.
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