
Por Luis Ramón López
OPINIÓN.-En América Latina, la corrupción se ha convertido en un enemigo silencioso pero persistente que drena recursos, mina la confianza ciudadana y frena el progreso de los pueblos. Desde los grandes escándalos políticos hasta los pequeños actos cotidianos, este fenómeno atraviesa la vida pública y privada, reproduciendo desigualdades que afectan con mayor fuerza a los sectores más vulnerables de la sociedad.
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