

Por Luis Ramón López
MOCA, Espaillat.-Más allá de luces, regalos y celebraciones, la Navidad ocupa un lugar central en la fe cristiana como conmemoración del nacimiento de Jesucristo, en Belén, hace cientos de años, acontecimiento que marca un antes y un después en la historia espiritual de la humanidad.
La Navidad es, para los cristianos de todo el mundo, una de las fiestas más profundas y significativas del calendario litúrgico. Celebrada cada 25 de diciembre, recuerda el nacimiento de Jesús en Belén, hecho que simboliza la encarnación de Dios hecho hombre y el inicio de un mensaje universal de amor, humildad y redención.
En su esencia, la Navidad representa la manifestación del amor de Dios hacia la humanidad. El relato bíblico del nacimiento de Jesús, en un pesebre, en condiciones de pobreza y sencillez, subraya valores fundamentales del cristianismo: la humildad, la solidaridad con los más necesitados y la esperanza en medio de la adversidad.
Para los creyentes, no se trata solo de un acontecimiento histórico, sino de una invitación permanente a renovar la fe, a reconciliarse con Dios y con el prójimo, y a vivir de acuerdo con el mensaje de paz y justicia que Jesús predicó a lo largo de su vida.
La celebración de la Navidad está precedida por el tiempo de Adviento, un período de cuatro semanas dedicado a la espera, la reflexión y la preparación espiritual. Durante este tiempo, las iglesias realizan actos litúrgicos especiales, encendido de velas, oraciones y lecturas bíblicas que anuncian la llegada del Salvador.
La Nochebuena, el 24 de diciembre, tiene un significado especial. En muchos países, los fieles participan en la tradicional Misa de Gallo, una eucaristía solemne que celebra el nacimiento de Cristo a la medianoche, acompañada de cantos, villancicos y mensajes de esperanza.
Aunque el mensaje central de la Navidad es común, su celebración adquiere matices culturales diversos. El nacimiento o pesebre es una de las tradiciones más extendidas, representando la escena del nacimiento de Jesús con María, José, los pastores y los Reyes Magos.
En América Latina y el Caribe, la Navidad se vive con un fuerte sentido comunitario y familiar, donde las oraciones, las cenas compartidas y los cantos religiosos se entrelazan con expresiones culturales propias. En Europa, Asia y África, las tradiciones varían, pero conservan el mismo núcleo espiritual: celebrar la llegada de Cristo como luz del mundo.
Para la Iglesia cristiana, la Navidad no debe reducirse a una celebración comercial. Es un llamado a la conversión del corazón, a la práctica de la caridad y al compromiso con los más pobres y excluidos. Muchas comunidades aprovechan esta época para realizar obras solidarias, donaciones y gestos de servicio, como expresión concreta del amor cristiano.
En un mundo marcado por conflictos, desigualdades y crisis sociales, el mensaje navideño cobra una vigencia especial. La Navidad recuerda que la paz comienza en el interior de cada persona y se construye con gestos sencillos de bondad, justicia y fraternidad.
Así, la Navidad sigue siendo, para millones de cristianos, una celebración de fe viva y esperanza renovada. Más allá de los adornos y las tradiciones externas, su verdadero sentido radica en acoger el mensaje de Jesucristo y hacerlo vida cotidiana, reafirmando que el amor, la humildad y la solidaridad son caminos seguros para transformar la sociedad.
La celebración de la Navidad en la República Dominicana
En la República Dominicana, la Navidad es una de las manifestaciones culturales y religiosas más sentidas del año, donde la fe cristiana, las tradiciones populares y el espíritu solidario del pueblo se entrelazan para dar vida a una celebración cargada de identidad y esperanza.
La Navidad es, ante todo, en el país una celebración familiar. Las casas se llenan de parientes que regresan desde distintas provincias o del extranjero, en un reencuentro marcado por la alegría y el afecto.
La cena de Nochebuena es uno de los momentos más esperados, con platos tradicionales como el lechón asado, pollos, el moro de guandules, el locrio, ensalada, los pasteles en hoja, la ensalada rusa, las manzanas, uvas, vinos, ponches y otras bebidas
La música navideña, especialmente los tradicionales merengues, bachatas, tipicos y los aguinaldos, acompañan estas celebraciones. En muchos barrios y campos aún se conserva la tradición de los aguinaldos, donde grupos recorren casas al amanecer cantando y compartiendo alimentos, jengibre caliente con galletas, reforzando el sentido de comunidad y hermandad.
Un rasgo distintivo de la Navidad dominicana es la solidaridad. Durante este tiempo, iglesias, organizaciones comunitarias y ciudadanos realizan colectas, repartos de alimentos y actividades en favor de personas de escasos recursos. Estas acciones reflejan el mensaje cristiano de compartir con el prójimo y no dejar a nadie excluido de la alegría navideña.
En contraste, también existe una reflexión creciente sobre los excesos, el consumismo y el uso indiscriminado de la pirotecnia, que cada año generan llamados a la prudencia y a recuperar el verdadero sentido espiritual de la Navidad.
La Navidad es un tiempo donde la fe, la música, la gastronomía y la vida comunitaria se funden en una celebración que reafirma valores fundamentales del pueblo dominicano; la hospitalidad, la alegría y la solidaridad.
En medio de los desafíos sociales y económicos, la Navidad renueva la esperanza colectiva y recuerda que, desde la fe cristiana, el amor al prójimo y la unidad familiar siguen siendo pilares esenciales para construir una sociedad más justa y humana.