
Por Luis Ramón López
MOCA, Espaillat.-En las inmediaciones del mercado nuevo de Moca, donde el bullicio del comercio diario se mezcla con el aroma de los productos frescos, existe un lugar que es más que un simple negocio de provisiones, es un espacio donde la historia, la tradición y la calidez humana conviven de manera espontánea. Allí trabaja, recibe y conversa Niño Almanzar, uno de los comerciantes más queridos y carismáticos del municipio.
Su colmado, frecuentado por vecinos, visitantes y clientes de toda la zona, es reconocido no solo por su excelente servicio, sino también por el espíritu amistoso que emana su propietario. Con su sonrisa siempre dispuesta, su trato afable y su frase infalible,“si no tienes el dinero ahora, me lo traes cuando puedas», se ha ganado un respeto y un cariño genuino que trascienden generaciones.
Originario de la comunidad de Monte de la Jagua, Niño Almanzar, creció en un ambiente de trabajo y solidaridad. Su historia en el comercio comenzó de la mano de su hermano, con un pequeño negocio en el antiguo mercado de Moca. Desde allí empezó a formarse su estilo propio: un comerciante de cercanía, transparente y servicial, que entendió desde temprano que su mejor capital era la confianza.
A lo largo de los años, Niño fue consolidando su establecimiento, ubicado en la calle doctor Guerrero, en el centro del bloque entre la Tunti Cáceres y la Sabana Larga, hoy en una de las zonas más activas del comercio mocano. Y aunque su negocio ha crecido, su esencia sigue intacta: la sencillez, la palabra empeñada y el trato humano.
Uno de los elementos que más distingue el colmado de Niño Almanzar es su sorprendente colección personal de objetos antiguos: radios, lámparas, teléfonos, piezas de campo, utensilios tradicionales, herramientas de época y recuerdos que evocan la cotidianidad de tiempos ya pasados.
Cada artículo tiene su historia y Niño la cuenta con orgullo. Para muchos de sus clientes, visitar su negocio es como entrar a un pequeño museo popular, donde cada rincón guarda un fragmento de la memoria de Moca y del país.
Su pasión por la colección no es reciente; es una afición cultivada desde su juventud. Para él, rescatar estos objetos es preservar parte de la identidad cultural de las familias dominicanas, honrando la vida y el trabajo de quienes los usaron.
Niño Almanzar no solo vende provisiones: ofrece un espacio donde el cliente se siente escuchado y valorado. Es común verlo conversar largamente con quienes visitan su almacén, preguntar por familiares, compartir una anécdota o regalar algún pequeño detalle que deja a todos con una sonrisa.
Su negocio se ha convertido en un punto de encuentro comunitario, donde lo humano pesa tanto como lo comercial. En tiempos de prisa y transacciones rápidas, Niño representa un estilo de servicio que parece sacado de otra época: cercano, honesto y profundamente comunitario.
Para Moca, Niño Almanzar es más que un comerciante: es un símbolo de la cultura emprendedora local y un guardián espontáneo de la historia popular. Su trayectoria, marcada por el esfuerzo, la humildad y un trato humano ejemplar, lo ha convertido en una figura apreciada y respetada.
Quienes lo conocen aseguran que su mayor éxito no está en la abundancia de mercancías, sino en el inmenso cariño que se ha ganado en el pueblo.