Por Luis Ramón López / Miguela Angel Arroyo Ramos
MOCA, Espaillat.-Cada 3 de mayo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Libertad de Prensa, una fecha que más allá de celebrarse, invita a la reflexión profunda y a la mesura sobre el estado del periodismo, el derecho a la información y los desafíos que enfrentan quienes ejercen esta labor fundamental para las democracias.
Este día fue proclamado por la UNESCO en 1993, con el objetivo de recordar a los gobiernos la necesidad de respetar el derecho a la libertad de expresión, y a los ciudadanos, el valor del acceso a información veraz, plural y oportuna.
En un mundo interconectado y vertiginoso, donde la desinformación viaja más rápido que los hechos, el periodismo serio y ético se enfrenta a una paradoja: es más necesario que nunca, pero también más atacado que nunca.
Desde el acoso a periodistas en redes sociales, hasta la censura estatal, pasando por el cierre de medios críticos, la presión publicitaria y, en casos extremos, la violencia física, el ejercicio del periodismo sigue siendo una profesión de alto riesgo en muchos países. Según Reporteros Sin Fronteras, en 2024 al menos 45 periodistas han sido asesinados y más de 500 permanecen encarcelados por razones relacionadas con su trabajo.
Pero este día también debe ser un llamado de atención para los propios actores de la prensa. El periodismo, como oficio y responsabilidad, no puede perder su norte ético. En tiempos donde el sensacionalismo, la desinformación y la carrera por el clic dominan, es urgente que los medios y periodistas recuperen la confianza del público con rigor, responsabilidad y compromiso con la verdad.
La libertad de prensa no es una patente de impunidad, sino un derecho que se ejerce con profesionalismo, sensibilidad y respeto por los hechos. La ciudadanía merece ser informada, no manipulada.
EL CASO DOMINICANO; AVANCES Y RETOS
En la República Dominicana, la libertad de prensa ha avanzado, pero no sin tropiezos. Aún persisten denuncias de presiones a periodistas en el interior del país, amenazas veladas contra medios independientes, y una preocupante normalización de discursos despectivos hacia el trabajo periodístico.
Sin embargo, también hay señales positivas: un periodismo joven que se abre paso con propuestas digitales innovadoras, un debate público más participativo y la creciente conciencia ciudadana sobre la necesidad de proteger este derecho.
En este 3 de mayo, más que encender fuegos artificiales o repetir eslóganes, es hora de hacer una pausa. La libertad de prensa no debe darse por sentada. Se defiende cada día, con cada artículo, con cada entrevista, con cada silencio que se rompe para decir lo que incomoda, pero es necesario.
Es también un momento para honrar la memoria de quienes dieron su vida por informar, y para reconocer a aquellos que desde rincones olvidados siguen ejerciendo el periodismo con pasión, dignidad y esperanza.
UN MOMENTO DE MESURA
Porque sin prensa libre, no hay ciudadanía plena ni democracia verdadera. Y recordarlo hoy, en voz alta y con mesura, es un acto de justicia.